Editorial: De la tormenta a la incertidumbre

Poco más de dos años duró el plan inicial del Gobierno nacional que consistía en financiar déficit con toma de deuda. 2018 fue el año en que los mercados dejaron de creer en la capacidad de pago de Argentina, no le prestaron más dólares y todo se des­moronó. Cerrada la ventanilla de crédito voluntario y con expor­taciones seriamente afectadas por una sequía histórica, la oferta de divisas se redujo significativamente y el peso se derrumbó. La devaluación de la moneda fue de más de 50%, lo que disparó la inflación que se estima cerrará el año en torno al 48%, la mayor desde los tiempos de la híper de fines de los 80.

Los números muestran que prácticamente todos los problemas heredados se profundizaron y se agregó la deuda, que pasó de representar 52% del PBI después de la devaluación de diciembre de 2015 a más de 90% en diciembre último.

El Gobierno recurrió al FMI para apagar el incendio con la receta del ajuste y en una búsqueda hasta ahora infructuosa de recupe­rar credibilidad. Para frenar la corrida, el Central levantó las tasas de referencia a niveles superiores al 70% y las sostuvo en torno al 60% hasta fin de año, con ello consiguió mantener al billete esta­dounidense por debajo de los 40 pesos al precio de congelar la actividad, frenar las inversiones en la economía real y virtualmen­te cerrar las puertas del crédito para las pymes.

A fines de 2017 el Ejecutivo nacional había estimado que la eco­nomía crecería 3,5% durante 2018, a fines de noviembre el FMI, la OCDE y la Cepal coincidían en pronosticar que el año terminaría con una recesión de 3%. La diferencia de 6,5 puntos del PBI entre las estimaciones iniciales y la cruda realidad evidencia la dimen­sión del golpe que sufrió la economía en el año que termina.

La inflación se llevó puesto al poder adquisitivo del salario. La re­tribución promedio de los empleados registrados cayó más de 10% y la de los trabajadores informales mucho más, lo que de­rrumbó los niveles de consumo. El círculo vicioso de achicamien­to de la economía se aceleró y se desató un proceso de destruc­ción de la industria que derivó en un récord de cierre de fábricas y miles de trabajadores de todos los sectores terminaron en la calle.

Por otra parte, según el Observatorio de la Deuda Social de la UCA, el porcentaje de personas que no alcanzan a cubrir la canas­ta de bienes y servicios básicos pasó 28,2% en el tercer trimestre de 2017 a 33,6% en igual período de 2018, lo que implica que más de 2 millones de argentinos cayeron en la pobreza a lo largo del año. Distintos institutos que siguen de cerca el problema advier­ten que en el cuarto trimestre de 2018 el salto sería aún mayor y el índice alcanzaría 35%.







Pero no todos perdieron con la crisis, el sector financiero logró este año ganancias insólitas mientras la economía real se desmo­ronaba. Con tasas de interés por las nubes, prestarle al Estado fue un gran negocio para los bancos que incrementaron 93% sus ga­nancias y todo indica que el año próximo eso no cambiará ya que el Central pagará 400.000 millones de pesos en intereses de Leliq.

Otros grandes ganadores fueron los fugadores, que durante so­lamente diez meses de 2018 sacaron 25.959 millones de dólares del sistema, lo que equivale al 45% del total fugado desde 2016.

 

Mitigar la crisis

En Misiones la crisis nacional llegó diluida gracias a la aplicación de políticas activas que integraron a los sectores público y priva­do bajo el concepto del esfuerzo compartido. El Ahora Misiones en todas sus versiones dinamizó el consumo y el auxilio finan­ciero que brindó la Provincia en forma de subsidios de tasas de interés para productores e industriales o préstamos del Fondo de Crédito, aportó el oxígeno que muchas pymes necesitaban para pasar el año.

Haber sostenido el desendeudamiento como principio de ges­tión durante los últimos 15 años evitó que las dos grandes de­valuaciones de los últimos tres años desestabilizaran las finanzas públicas de Misiones.

Esta suerte de microclima resultó fundamental para que sobre el final de un año que estuvo signado por el cierre de fábricas en todo el país, en Misiones se inauguraran dos plantas industriales de alta tecnología, las de Lug Light Factory y Voltu Motor Inc., am­bas en el Parque industrial Posadas.

Los esfuerzos provinciales sirvieron para mitigar los efectos de la crisis, pero Misiones no fue una isla. Las ventas en supermercados bajaron 10 por ciento, muchos comercios cerraron y la industria atraviesa momentos de incertidumbre. Sobre el final del año el despido de 175 trabajadores de la fábrica de zapatillas de Dass Eldorado dio cuenta de ello.

Las proyecciones de cara a 2019 en el plano nacional no son bue­nas. Los analistas coinciden en que la recesión se extendería al menos durante toda la primera mitad del año y que el rebote que llegaría después no alcanzaría para hacer de 2019 un año de cre­cimiento económico.

Con un dólar relativamente competitivo, todas las expectativas están puestas en los sectores exportadores, ya que el mercado interno seguirá planchado. Resultará fundamental continuar con el camino de reducción de la inflación, para evitar que la suba de costos se termine comiendo la competitividad cambiaria.

En el mediano plazo, el efecto más preocupante de la suba del riesgo argentino es el default. Los dólares del FMI servirán para cubrir los vencimientos de deuda hasta bien entrado el año próxi­mo, de allí en adelante el país deberá buscar otras fuentes de fi­nanciamiento para evitar la cesación de pagos y para ello resulta­rá necesario recuperar la credibilidad.

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