Las PyMEs en 2021: El rebote no alcanza, hay que crecer 

Por Gerardo Díaz Beltrán, presidente de CAME (*)

 

BUENOS AIRES y MISIONES (31 de diciembre de 2020).- Con la caída sin precedentes que tuvieron las pequeñas y medianas empresas en 2020, es fácil pensar en un 2021 con mejoras en los principales indicadores económicos: producción, ventas, rentabilidad, empleo, todo debería ir mejor.  

El problema es que fue tan profunda la destrucción de activos de las empresas, que el rebote esperado será insuficiente.

Industria, comercio, turismo y las economías regionales registraron niveles de caídas tan fuertes en la actividad, que se deberá fortalecer mucho el mercado interno para volver a pararnos en el punto que dejamos antes del Covid-19.







Las cuentas son sencillas: según el Índice Industrial PyME que elabora CAME, este año la producción manufacturera de esas empresas acumula una caída de 17,8 % anual en diez meses. Eso significa que en 2021 ese sector tendrá que crecer por lo menos 22 % solo para recuperar los niveles de 2019, que ya eran los registros más bajos que habían tenido las pymes en materia de producción en, por lo menos, 11 años, que fue cuando se comenzó a medir desde nuestra entidad a ese segmento de industrias.

La producción en sectores como Calzados, Textiles o Maderas y Muebles -éste último de fuerte presencia en Misiones- son algunos de los que más fuerte deberían rebotar solo para recuperar los niveles pre-pandemia. Lo mismo sucede con el comercio minorista. En lo que va del año, según nuestro indicador de referencia, las ventas de las PyMEs acumulan una caída de 26,2%.

De esta forma, en 2021 las ventas tendrían que crecer al menos 29 % para recuperar sus niveles de 2019 que, como en la industria, ya eran muy bajos. Y si además se quita del promedio a farmacias y alimentos, que se vieron afectados en menor magnitud este año, todos los demás rubros tienen que crecer arriba de 35 %.

Los números muestran con suficiente claridad que, para recuperar al sector PyME, se necesita una agenda con medidas que puedan transformar ese rebote en crecimiento.

 

 

Sabor a poco

En general, el balance 2020 deja muy pocas cosas para rescatar, y en todas las regiones por igual. Se pueden marcar algunas ganancias aisladas, como el desarrollo de los canales de ventas online; el crecimiento del teletrabajo, que reduce muchos costos especialmente en las pymes del sector servicios; o el desarrollo de sectores vinculados a la economía del conocimiento.

Pero, aun así, para la generalidad de las empresas, los factores negativos superaron con creces a los positivos. Así, el 2020 que comenzó con buenas expectativas, se va con decepción. Incluso porque más allá de la pandemia y la cuarentena, tampoco los empresarios y dirigentes pudimos alcanzar a conocer la agenda PyME del nuevo Gobierno.

Pero cuando se mira el 2021 es difícil ser pesimista. Siempre lo es cuando se trata de anticipar lo que puede venir al año siguiente. 

Sin embargo, si separamos lo deseado y esperado de lo posible, superar la coyuntura y evitar continuar en el círculo recesivo requiere más que seguir impulsando la demanda, utilizar todas las herramientas disponibles para empujar al sector productivo. Será el sector productivo quien cree empleo, ingresos y le permita al Gobierno reducir los gastos sociales, mientras, en simultáneo, se va naturalmente mejorando el mercado interno.

Impulsar la producción necesita una agenda, planificar cómo se va a recuperar la tasa de inversión para las PyMEs, que son el motor de la inversión (sobre todo en tiempos de menor bonanza), y hoy tienen poco acceso al crédito y un sistema de costos que les impide expandirse y generar empleo.

Otro problema que requiere la urgente atención del Gobierno para una pronta recuperación es el del costo impositivo. Los 160 impuestos que gravan la actividad asfixian a las empresas y, sobre todo, a las pequeñas y medianas. Con la cuarentena y la consecuente imposibilidad de salir del país, se puso de manifiesto la excesiva carga tributaria que tenemos en Argentina.

 

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En Misiones, por ejemplo, desde que estamos con las fronteras cerradas se está viviendo una casi irrealidad de buena actividad económica, pero no porque hayan mejorado los índices, sino porque al no existir la posibilidad de que el consumidor compre afuera de la provincia, ya sea en Paraguay o en menor medida en Brasil, indudablemente esa plata quedó circulando internamente y generó cierto bienestar y actividad económica a la que no estábamos habituados.

Solamente en el mes de junio se calcula que no se fueron de la provincia entre 4.000 y 5.000 millones de pesos. El ejemplo demuestra que, para poder competir con las economías de la región, es necesaria la reducción impositiva ya que, cuando las fronteras se abran, posiblemente el consumo que durante estos meses se realizó en Misiones vuelva a llevarse a cabo en los países limítrofes por los menores costos para el consumidor.

 

Desafíos 2021

Con todos estos desafíos y adversidades arranca el 2021, aunque tenemos algunos pasos asegurados. Argentina es uno de los países más emprendedores del mundo. Además, las empresas tienen alta resiliencia frente a las crisis o ciclos recesivos que las ponen en jaque. Caerse y levantarse son parte de la vida de las Pymes argentinas.

Por eso, si nada inesperado sucede, el año próximo podría ser un recomenzar. Pero eso requerirá acciones y la imperiosa necesidad de ser capaces de generar políticas de estado para las pymes.

Una de ellas, es manejar el equilibrio entre tipo de cambio e inflación. Dejar subir el tipo de cambio podría alentar una disparada de precios, pero evitar la devaluación comienza a favorecer el ingreso de productos importados y desincentivar la exportación.

Por ahora, la herramienta del Gobierno es controlar las importaciones, pero eso requiere mucha eficiencia para evitar comprometer a las industrias que necesitan de productos importados para producir. Ya está sucediendo y demorando la producción en varios sectores.

La segunda es recuperar el mercado interno para habilitar a la industria Pyme a volcar su producción en el mercado local.

Eso podría tener mucho más efecto si se impulsa la exportación, sin embargo, son muchas las dificultades y burocracias que tienen las empresas argentinas para salir al mundo, dificultades que hasta ahora ningún gobierno pudo resolver. Eso convierte al mercado interno en la mayor esperanza.

Quedan cuestiones por resolver, que frente a la magnitud de la pandemia permanecieron postergadas. Por ejemplo, frenar el crecimiento de la venta informal, que se agudizó con la crisis, y repercute no solo en la pyme que cumple con sus normativas legales, sino que precariza el crecimiento, el empleo y limita el desarrollo de toda la economía.

 

Agenda pendiente

Argentina no ha logrado constituirse como país productivo. Los desaciertos en las políticas económicas durante muchas décadas, la falta de continuidad en los programas aplicados y la ausencia de un programa de desarrollo de largo plazo capaz de conformar a los diversos sectores políticos y económicos fueron y son el mayor obstáculo.

En la industria, la mayoría de los sectores siguen lejos de la frontera tecnológica mundial. Argentina sigue siendo receptor y adoptante de tecnologías que desarrollan los países avanzados. Su industria de bienes de capital fue desapareciendo. Hay inversiones, pero en pequeña escala, inestables, y de poca calidad. Hay políticas de apoyo, pero descoordinadas, sin continuidad o sin gestión en su aplicación.

Por motivos diversos (macroeconómicos, micro, coyunturales y estructurales) muchas empresas no realizan las inversiones que les permitirían modernizarse y aumentar su competitividad. O bien invierten, pero sin prestar atención a la calidad y por eso no cambia su función tecnológica.

Entramos a 2021 con una vieja duda: la discusión de un programa de largo plazo, para construir su agenda de desarrollo dentro de la nueva dinámica mundial. Para que eso no quede solo en palabras y documentos de buenas intenciones, debería tener dos ejes: consenso y articulación. También debería tener un destinatario principal, que son las pymes, y dos objetivos inmediatos: promover la inversión productiva de calidad y la innovación. Luego sí, debatir objetivos generales y específicos, como la necesidad de desarrollar capacidades tecnológicas propias, mejorar la calidad de la intervención estatal en la economía, apoyar a los jóvenes emprendedores, generar incentivos para promover el cambio tecnológico, tener un sistema de financiamiento acorde a las necesidades de las pymes, o rever la estructura impositiva agobiante que recae sobre el empresario.

Este año se estima que 45 mil pymes de todos los rubros habrán cerrado sus puertas. Y cuando las empresas se achican, el mercado también.

El rebote lo tenemos casi asegurado, el crecimiento todavía no sabemos cómo lo vamos a lograr. ¿Si se puede? Sí, pero no por inercia, sino con eficiencia, especialmente de quien tiene que dar las herramientas: el Estado.

 

 

(*) Presidente de la Confederación Argentina de la Mediana Empresa (CAME)

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