El 2022 para las PyMEs
(*) Por Gerardo Díaz Beltrán
Nuestro país atravesó en 2020 un momento histórico único, teñido no sólo por las consecuencias sanitarias de la pandemia del COVID-19 sino también por las económicas, que se sintetizan en una tormentosa caída del PBI del 9,9% y un incremento de la tasa de pobreza de seis puntos. De esta manera se consagró como una crisis global sin precedentes, tanto en su complejidad como en su gravedad.
En este escenario, las PyMEs fuimos especialmente afectadas. La pandemia y sus restricciones se montaron sobre un escenario ya muy crítico que arrastrábamos desde hace algunos años, con cada vez menos empresas, menos empleo, menos poder adquisitivo y consecuentemente menos demanda.
De acuerdo con datos oficiales, en 2020 pagaron contribuciones patronales 20.400 empleadores menos que en 2019 (promedio mensual), de los cuales 19.400 (prácticamente el 95%) empleaban hasta 50 personas.
Como correlato de estos cierres, se registró una caído del empleo de calidad (se registraron pérdidas de más de 280 mil puestos de trabajo registrados en el sector privado entre 2020 y 2019, más de la mitad en pequeñas y medianas empresas) y ello profundizó una dinámica ya muy recesiva que impactó de lleno en el mercado interno, principal espacio de operaciones de las micro, pequeñas y medianas empresas (el consumo privado cayó incluso más que la actividad, casi 14% interanual).
Gráfico 1. Empleo registrado en el sector privado
Lo que dejó el 2021
Así llegamos a un 2021 muy complejo, caracterizado por la incertidumbre. La crisis sanitaria fue cediendo a un ritmo inferior al que se esperaba, lo que, conjugado con las tensiones macroeconómicas que enfrenta el país, hicieron que la tan ansiada recuperación empezara a asomar heterogénea y tímidamente. Cerrado el tercer trimestre del año, la actividad general se ubicó 3,4% por encima del nivel que había al momento de irrumpir la pandemia, pero todavía 2,1% por debajo del promedio de 2019.
Además, como decíamos, la recuperación viene siendo heterogénea, no todos los sectores la están transitando del mismo modo.
La industria manufacturera es una de las actividades que hoy se encuentra por encima de su nivel 2019 (5,2% considerando el promedio enero-septiembre de 2021 vs el mismo período de 2019), pero el promedio encierra rubros con crecimiento en torno al 40%, otros con modestas subas de un dígito, y casi el 40% de los rubros registrando caídas.
El comercio mayorista y minorista también se encuentra hoy por encima de 2019, aunque todavía fuertemente golpeado por el impacto de las restricciones a la circulación, especialmente en las ciudades con mayor concentración, lo que se manifiesta en la cantidad de comercios cerrados y locales sin alquilar.
En cambio, las actividades relacionadas con el transporte, el turismo y la gastronomía -que fueron definitivamente las más afectadas por la crisis sanitaria- aún no logran recuperar sus niveles de actividad prepandemia, a pesar de que en lo que va de 2021 muestran una recuperación del orden del 9% interanual, con grandes esfuerzos públicos y privados trabajando en ello.
Gráfico 2. Evolución de la actividad del sector
En ese sentido, algunas de las políticas implementadas para apoyar y sostener a las PyMEs y al empleo durante el 2020 operaron como barrera de contención para morigerar el impacto de la pandemia.
De hecho, uno de los saldos positivos que se podrían destacar al respecto es que se ha instalado en la escena pública la importancia en la segmentación de medidas, con un especial foco en las PyMEs que son las empresas más golpeadas por las crisis y con menos espalda para resistir.
Las medidas de emergencia como el ATP, las líneas de crédito subsidiadas, las reducción y postergación del pago de contribuciones patronales, se convirtieron para las PyMEs en posibilitadores de la supervivencia, en un contexto muy difícil.
No obstante, a la luz de los datos, los cimientos de la recuperación en general, y de la actividad de las PyMEs en particular, todavía no están firmes. Por eso, ya en el tramo final del 2021, urge abordar todas aquellas cuentas que aún quedan pendientes.
Sólo así podremos aspirar a una verdadera recuperación que nos permita tomar aire para abordar los problemas estructurales.
Las cuentas pendientes al 2022
A mi juicio, ello implica poner sobre la mesa una batería amplia de medidas que apunten a dos frentes principales. Por un lado, a asegurar la estabilidad macro, creando un entorno que dé previsibilidad y que permita un descenso de la inflación. Sólo de ese modo podemos aspirar a una recuperación genuina y estable de la demanda local: mantener controlada la inflación permitirá sostener el poder adquisitivo de la población y robustecer el mercado interno, alimentando así el círculo virtuoso de la economía.
Por el otro, ampliar y generalizar las políticas productivas tendientes a sostener y acelerar la creación de empleo formal en las PyMES y a mejorar su competitividad mediante la tributación segmentada y un mayor acceso al crédito para capital de trabajo. Y es que poner a las PyMEs en el centro de la recuperación es uno de los pilares fundamentales para hacer crecer la economía con más fuerza y generar trabajo de calidad a lo largo y ancho de todo el país.
Pero la experiencia nos ha mostrado que crecimiento no es sinónimo de desarrollo. Por eso también es imperioso encarar una estrategia nacional de largo aliento, que nos permita pensar más allá de los vaivenes de corto plazo que tiene una economía que se encuentra estancada desde hace ya una década.
Esto implica, en primer lugar, poder alcanzar entre todos los actores de la sociedad una serie de acuerdos que permitan un programa económico que nos marque un sendero de crecimiento económico sostenido y sostenible en el tiempo, punto de partida insoslayable para poder proyectar un país capaz de incluir a través del trabajo. Y este programa macro debe ser acompañado por un conjunto de políticas tendentes a mejorar y ampliar nuestra oferta productiva, con más empleo de calidad y más valor agregado.
En este sentido, se hace cada vez más urgente crear los mecanismos necesarios para que, mediante la aceleración de la inversión en nuevas tecnologías y formas de producción, las empresas locales ganen competitividad.
Una estrategia exitosa en este sentido no sólo impulsará la actividad económica y el empleo, sino que es la llave para ofrecer la holgura que necesita el país en los años venideros para afrontar sus compromisos de deuda y, a su vez, mejorar las condiciones de vida de la sociedad.
Se vienen tiempos desafiantes, donde todos los actores institucionales relevantes de la nación debemos complementarnos y apoyarnos para construir el país que soñamos.
Contamos con las enseñanzas que nos dejaron la pandemia, sumado a la experiencia colectiva de haber aprendido a nadar en las mareas tormentosas de las sucesivas crisis atravesadas por el país.
(*) Secretario Gral. de Interior de la CAME
Ex Presidente de la Confederación Argentina de la Mediana Empresa (CAME)
Ex Presidente de la Confederación Económica de Misiones (CEM)
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